Santuario de San José de Gracia

El Santuario de San José de Gracia de Guadalajara es un monumento edificado gracias a los donativos de la Asociación del Culto Perpetuo del Señor San Jose, que elevó a su celestial patrono, entre 1879 y 1890, por los empeños del tesorero de su mesa central, don Ignacio Díaz Morales (abuelo del arquitecto de ese nombre), un monumento en el mismo sitio donde estuvieron muchos años las ruinas del templo dominico de Nuestra Señora del Rosario, cañoneado hasta reducirlo a escombros en la Guerra de Reforma. Por eso, es también un emblema de la reconciliación que supuso el largo episcopado (de 1868 a 1898) del arzobispo Pedro Loza, durante cuya gestió n se hicieron o restauraron más de cien templos, luego de una época turbulenta para las relaciones entre la Iglesia y el Estado en México.

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Inspirándose de forma tardía en el diseño de Francisco Eduardo Tresguerras para el templo de Nuestra Señora del Carmen de Celaya, el tapatío Ignacio Díaz Morales diseñó la única torre del santuario de San José de Gracia sostenida por el nártex del recinto en dos cuerpos.

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La escultura de señor San José, al igual que las muchas expuestas a la veneración en este santuario, fueron elaboradas –caso único rarísimo– en el taller tapatío a cargo del afamado artista y presbítero don José María Plascencia en los últimos años del siglo XIX.

Tanto por su ubicación como por su significado histórico, el santuario de San José de Gracia de Guadalajara es un icono arquitectónico de las dos etapas que sirvieron de crisol y fuego a la identidad cultural mexicana: en el antiguo templo dominico tuvo su sede uno de los cultos marianos más efusivos entre los tapatíos, el de la Virgen del Rosario, y luego la devoción decimonónica a san José en un diseño arquitectónico ecléctico.

Corte arquitectónico y detalle al interior de la nave

El templo de San José de Gracia de Guadalajara comenzó a construir se en el año de 1880, su primera piedra fue colocada por el arzobispo Pedro Loza y Pardavé el 18 de abril de ese año. El proyecto original de la obra fue del celebérrimo arquitecto tapatío Manuel Gómez Ibarra (1810-1896), aunque no se respetó en su integridad. Tiene una nave de cruz latina dividida en cinco tramos y bóvedas de crucería. Una airosa cúpula de media naranja en el transepto baña de luz el interior del recinto, cuya decoración se debe al afamado artista y presbítero José María Plascencia.

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Uno de los elementos arquitectónicos más distintivos de este santuario es su cúpula al modo renacentista: de media naranja, dividida en ocho gajos, que descansa en un elemento cilíndrico llamado tambor, que le sirve de base, la realza y la prolonga. El remate es una cruz de hierro forjado, que descansa en la linternilla.

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En los gajos de la cúpula - de la cual pende el candil de cristal cortado más grande de Guadalajara-, el mejor pintor de Jalisco de entonces (1885), Carlos Villaseñor, pintó a los siete arcángeles y al ángel custodio.

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En el altar del crucero oriente se venera la imagen más antigua del Santuario, una Virgen de Guadalupe hecha por José de Páez en 1775 y tocada al original, indulgenciada, además, por el mayor benefactor de Guadalajara, Fray Antonio Alcalde, O.P.

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Al pie del dosel de san Juan de la Cruz, en el muro este del presbiterio, están las cenizas del siervo de Dios Federico de Aguinaga (1904-1995)

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El retablo del altar principal aloja la escultura de san José en un templete marmóreo. En los muros laterales se veneran, al oeste, la escultura de santa Teresa de Jesús, y al este la de san Juan de la Cruz, como recuerdo de que en el siglo XVI hubo en este sitio una ermita dedicada a la Inmaculada atendida por los primeros carmelitas que hubo en la ciudad.

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El órgano –urgido de restauración–, lo construyó a fines del siglo XIX la casa alemana Schlag and Söhne, aunque se colocó ahí después de 1890 de modo que para simular su ausencia se pintó un mural –que acaba de ser restaurado–, simulando la caja y los tubos.

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La exquisita decoración del santuario a base de yesería la diseñó el presbítero José María Plascencia. En esta pechina aparece el monograma de san José.

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Es notable el cuidado que se tuvo al diseñar el santuario josefino de asegurar luz natural abundante, que entra a raudales por los vanos de la cúpula y muros perimetrales; resaltan los colores marianos, azul y blanco.

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Al pie del púlpito, obra maestra del presbítero José María Plascencia, está la tumba del afamado médico don Joaquín Baeza Alzaga (1862-1949), protector de los niños indigentes.

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Por la capilla penitencial, al oeste del presbiterio, ámbito de reconciliación y misericordia para los fieles del santuario josefino tapatío, se ingresa a la sacristía.

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De norte a sur los retablos del muro oriental de la nave del santuario están dedicados, en este orden, a la Virgen del Rosario, a Santo Domingo y a san Felipe de Jesús.

Información extra

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Manuel Diéguez

En 1900, en el templo tapatío de Santa Teresa de Guadalajara, el presbítero Manuel Diéguez fundó las Congregaciones Marianas para niños, que prosperarán en San José de Gracia.

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Federico de Aguinaga

1904 - 1995

En el presbiterio de San José de Gracia, están las cenizas de don Federico de Aguinaga, apóstol de la juventud, congregante mariano y siervo de Dios.

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Ildefonso Águila Zepeda

1912 - 1996

El presbítero Ildefonso Águila Zepeda, recibió de monseñor Diéguez la rectoría del Santuario de San José de Gracia y la dirección de las Congregaciones Marianas.

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El santuario de San José de Gracia ocupa el lugar donde estuvo el templo conventual de los dominicos de Guadalajara, el de Nuestra Señora del Rosario.

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Entre septiembre y octubre de 1860 el fuego cruzado entre los bandos políticos liberal y conservador redujo a escombros el patrimonio eclesiástico de Guadalajara.

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No hubo en Guadalajara un grupo juvenil más importante que el de las Congregaciones Marianas de San José de Gracia, que tuvieron a su cargo la catequesis en la gran comarca tapatía.

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Así se presumía en una tarjeta postal de Juan Kaiser, hacia 1905, el santuario josefino tapatío, el jardín y la calle a la que en 1892 se le impuso el apellido del benefactor fray Antonio Alcalde.

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El templo del Divino Redentor, construido en 1888, es el primero no católico en la capital de Jalisco. Estuvo a cargo de la Iglesia Evangélica y ahora de la Pentecostal.

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Al centro de la plaza de Santo Domingo estuvo muchos años la pila de agua potable más importante de la ciudad. El bando liberal le impuso después de 1860 el nombre de Jardín de la Reforma, aunque el común de los mortales le llama de San José.