La parroquia modelo. Hasta 1783 en la ciudad de Guadalajara sólo existía una parroquia, la del Sagrario de la Catedral, y esta administraba los sacramentos en una pequeña capilla en el interior de este edificio. A partir de este año, por la intervención del obispo fray Antonio Alcalde, serán tres: San Juan Bautista de Mexicaltzingo (para la edificación del templo parroquial dejó fondos copiosos), el Sagrario (para cuya sede, que se edificará al lado sur de la Catedral destinó 80 mil pesos) y el Santuario de Guadalupe (que le costará 260 mil pesos).

Corte arquitectónico y detalle al interior de la nave


El retablo principal, de rica y suntuosa decoración, consta de un altar marmóreo con su sagrario, un riquísimo manifestador eucarístico tallado en forma de templete, con un dosel labrado en madera imitando tela y otro templete en cuyo interior se exhibe la pintura de Nuestra Señora de Guadalupe, obra del pintor novohispano José de Alcíbar, que donó a fray Antonio Alcalde en 1779 el Abad de Guadalupe.

Pinturas al óleo en formato oval que describen dos de las cuatro apariciones a san Juan Diego en el Tepeyac.

Dignas de mención son sus cúpulas; la mayor ubicada sobre el crucero, cuenta con varios elementos arquitectónicos interesantes como es su tambor con columnas pareadas. Las columnas enmarcan sus altos ventanales y soportan un segundo cuerpo compuesto por cornisamientos tablereados con salientes, donde se apoya la bóveda cubierta con mosaicos tipo talavera. Este cuerpo también cuenta con otro conjunto de ventanales de menor tamaño, para rematar finalmente en una linternilla bellamente decorada.
La segunda cúpula, de menor dimensión, se ubica sobre la capilla anexa; presenta, un elaborado trabajo de cantera labrada con grecas y círculos en alto relieve.

Retablo del Calvario, en el crucero oeste. En la parte superior, los evangelistas san Lucas y san Juan.

Vista del interior de la nave del templo, donde se aprecian sus cinco bóvedas vahídas, decoradas con nervaduras y columnas decoradas en acabados de mármol aparente enmarcando sus dorados retablos.

Escultura del Indio Juan Diego, mensajero predilecto de la Virgen de Guadalupe.

Detalle de las columnas que se pueden ver en el interior, las cuales son de dos tipos: en los soportes principales se observan de fuste cuadrangular y en los retablos de fuste cilíndrico, con sus capiteles en un estilo corintio compuesto.

Ejemplo de dos pinturas de temas marianos: la Inmaculada Concepción y la Visitación de María, de José Vizcarra Bartres (1899). Las pinturas al óleo expuestas en el Santuario son casi 30

Obelisco que originalmente estuvo en el centro del jardín frontal del templo, colocado por Fray Antonio Alcalde, siendo uno de los monumentos mas antiguos de la ciudad.

Sobria fachada principal del Santuario, que consta de dos cuerpos y un remate. En el primero, un arco de medio punto sirve de vano de ingreso, flanqueado por pilastras de fuste fajado sobre basamento y capital toscano, donde descansa el entablamento y sobre este un friso decorado con metopas y trigliflos, base de la cornisa, en la que se apoyan el escudo de la Iglesia (un águila bicéfala coronada con la tiara) y el de Fray Antonio Alcalde (la cruz flordelisada de la Orden de Predicadores), y una inscripción, encima de la cual está la ventana coral. Flanquean el conjunto sólidos contrafuertes de planta fasciculada y decorados con relieves. Un remate mixtilíneo flanqueado por espadañas que sirven de campanario en lugar de torres cierra el conjunto.

Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, al oriente del segundo tramo. Allí se veneran las reliquias de los beatos mártires Anacleto González Flores y Miguel Gómez Loza.

Vista interior de la majestuosa cúpula donde se aprecian los bellos vitrales de sus ventanales, parte de la decoración de sus pechinas estilo “Renacimiento” y la arquería del crucero.

Monumento funerario de fray Antonio Alcalde con su epitafio traducido al español. El retrato en bronce es de Ignacio Garibay (2017).

Retrato al óleo de fray Antonio Alcalde. Obra de Yoel Díaz Gálvez (2014).

Losa sepulcral de fray Antonio Alcalde en mármol de Carrara con su epitafio en latín (1892).
Información extra

Retablo de la Inmaculada Concepción, al poniente del segundo tramo, flanqueada por alegorías del amor divino.

Retablo de San Francisco de Asís, al oriente del tercer tramo de la nave. Le flanquean San Antonio de Padua y San Buenaventura, y lo corona San Juan de Capistrano.

Retablo ubicado en el crucero al costado derecho con imágenes de San José y la Virgen María con el Niño Jesús. A los lados se aprecian cuadros de los Evangelistas San Mateo y San Marcos.

Situado al poniente del tercer tramo, el retablo de santo Domingo de Guzmán tiene además de la escultura de este fundador, tres pinturas de José de Alcíbar, dedicadas a religiosas dominicas. De sur a norte: santa Catalina de Siena, santa Rosa de Lima y santa Inés de Montepulciano.


EL CREADOR DE UN BARRIO MODELO
Una de las facetas estudiadas del legado humanitario del obispo de Guadalajara fray Antonio Alcalde es su contribución fundamental para conseguir el desarrollo urbano de Guadalajara en los vientos norte y sur y propiciar el del oriente y poniente. Para lograrlo, dividió en tres la única parroquia de la ciudad, la del Sagrario, que ni siquiera contaba con un edificio propio sino que despachaba dentro de la catedral. Tomando a ésta como referencia, en 1777 costeó de sus ingresos viviendas para más de mil quinientas familias, construidas en 16 manzanas y en estas 158 vecindades. En otras cuatro manzanas hizo construir el templo de Guadalupe, un jardín con una fuente de agua viva, y dos escuelas para 300 niños y otras tantas niñas. Coronó su obra pagando la construcción, al oriente del nuevo barrio, del mayor hospital que hubo en América y el primero bajo la modalidad de escuela de medicina, y frente a este, un jardín botánico, y en su parte posterior, el primer cementerio suburbano de la ciudad.
LEGADO HUMANITARIO
Fray Antonio Alcalde fue un religioso dominico que nació en Cigales, España, en 1701. Electo obispo de Yucatán de 1761 a 1771, después de este año y hasta su muerte, en 1792, ocupó esta encomienda en la diócesis de Guadalajara, a favor de la cual hizo del servicio integral a la humanidad una meta. Procediendo en todas sus acciones con exquisita coherencia y con una rectitud de vida ejemplares, corrigió los abusos en su gremio y administró las rentas eclesiásticas del diezmo que le correspondían de modo que con ese dinero pudo solventar obras que de otra forma no hubieran sido posibles. Al mes y medio de arribar a su diócesis, con 70 años a cuestas, fray Antonio visitó los más de 200 curatos de un territorio que llegaba a los actuales territorios de Texas y la Luisiana, luego de lo cual solicitó y obtuvo la creación de las diócesis de Sonora y Linares. Apoyó también el sustento de las misiones de Sonora y California. Su interés por la educación fue tal que creó y sostuvo la primera red de escuelas de primeras letras en la capital de la Nueva Galicia, mejoró y sostuvo la educación media superior y fundó la Universidad de Guadalajara, que junto con el hoy Hospital Civil que lleva su nombre, son sus dos obras vivas más relevantes. A petición suya, a raíz de su muerte, el 7 de agosto de 1792, pidió que sus restos no fueran sepultados en la Catedral sino en el hoy Santuario de Guadalupe.