Obispo de Guadalajara entre 1771 y 1792, donó 100 000 pesos para que se construyera un templo para servir de sede a la primera parroquia de la ciudad, la del Sagrario.
Templo Parroquial del Sagrario Metropolitano
Sede de la primera parroquia de la Arquidiócesis de Guadalajara y hoy de 14 capellanías, se sitúa en el lado sur de la Catedral, en el corazón de la Cruz de Plazas, símbolo urbano por excelencia del centro de esta capital. Su construcción fue posible gracias al donativo hecho por el Siervo de Dios fray Antonio Alcalde.
Trazó el monumento el arquitecto malagueño José Gutiérrez (1766 - 1835), discípulo de Manuel Tolsá (1757 - 1816), quien le comisionó en 1803 para que supervisara la construcción de la Casa de Misericordia, hoy Instituto Cultural Cabañas. El templo del Sagrario lo comenzó José Gutiérrez en 1808 y lo concluyó en 1843 su discípulo Manuel Gómez Ibarra (1810 - 1896), aunque la cúpula debió rehacerla en 1908 el ingeniero Antonio Arróniz (1858 - 1926).


Si la Catedral de Guadalajara está dedicada al misterio de la Asunción de María a los cielos, el retablo principal del Sagrario Metropolitano lo está al de la Coronación de María como Reina de cielos y tierra, que aquí vemos.
Un manifestador eucarístico de mármol de Carrara, en forma de templete, obra del escultor italiano Vicente Gusmeri Capra (1866-1938), cabeza de la marmolería tapatía Brizio y Gusmeri (1904), culmina el altar mayor del Sagrario Metropolitano.
Corte arquitectónico y detalle al interior de la nave


Sobre un pedestal labrado en cedro rojo al lado del Evangelio del presbiterio, una escultura de tamaño natural del Sagrado Corazón de Jesús recuerda el misterio del amor de Dios, que es Jesucristo compasivo.

La cúpula, de Antonio Arróniz y Angelo Corsi, concluida en 1899 para sustituir la de Manuel Gómez Ibarra, descansa en un tambor consistente en una rotonda de columnas pareadas con doce vanos cubiertos con vitrales, donde se representa al colegio apostólico. Las pechinas, decoradas con óvalos, reproducen cuatro lances bíblicos que los escritores cristianos relacionan con el misterio eucarístico: Abraham a punto de sacrificar a su hijo Isaac (noreste), Moisés ante Yahvé en la zarza ardiendo (sureste); Moisés haciendo brotar agua de la roca (sudoeste) y Melquisedec, rey de Salem, presentando la ofrenda de pan y vino (noroeste).

La representación de los apóstoles San Juan y San Andrés, imberbe el uno y con la cruz aspada el otro, son ejemplo de la calidad de los vitrales de la cúpula, confeccionados por el vitralero suizo Claudio Pellandini (1839-1922).

En la pechina noreste del transepto, donde con la técnica de la grisalla se pintó en un óvalo el episodio bíblico del sacrificio de Abraham, se aprecia una parte de la exquisita decoración a base de molduras en relieve del Sagrario Metropolitano. Se inspira en motivos vegetales y fue realizada gracias al dominio cabal que de la yesería se alcanzó en Guadalajara.

El retablo principal consta de dos juegos de columnas pareadas, fuste acanalado y capitel corintio, sustento de un entablamento de planta quebrada del que surge la ráfaga que engasta un conjunto escultórico de Victoriano Acuña, la Coronación de María.

El mejor escultor que había en Guadalajara a mediados del siglo XIX, Victoriano Acuña, oriundo de Huichapan pero avecindado en esta capital entre 1832 y 1860, labró para este templo casi todas sus esculturas, entre ellas la de San Pedro.

El culto a Señor San José tuvo en la Arquidiócesis de Guadalajara, en los últimos años del siglo XIX, una importancia capital, en el marco del proceso que entre 1868 y 1898 impulsó el arzobispo Pedro Loza y Pardavé para reparar lo que la Guerra de Reforma redujo a escombros o aniquiló totalmente en la Arquidiócesis.

Otra modalidad para los retablos de los altares laterales en forma de fachada de este templo es el que aquí vemos, dedicado a Nuestra Señora de los Dolores –en la hornacina del muro norte del segundo tramo de la nave–: sobre columnas de fuste estriado y capitel jónico descansa un frontón triangular y encima de él, ánforas que prolongan el eje vertical de las columnas.

El púlpito, tallado en madera de cedro rojo y no en piedra, mantiene la sobriedad estética del templo. Consta de base escalinata y tribuna, la cual corona un dosel o cupulín cuyo nombre propio es, por su función, tornavoz.

Los altares laterales del templo, metidos en un rebaje profundo en forma de arco de medio punto practicado al muro perimetral, tienen retablos de tipo fachada, con la hornacina al centro. El de María Auxiliadora, en el transepto norte, tiene frontón curvilíneo.

El órgano tubular del Sagrario lo hizo el organero, pianista virtuoso y pedagogo tapatío Francisco Godínez Morales (1855 - 1902), en su Fábrica de Órganos La Guadalupana (1894), ubicada en la calle de Placeres (hoy Madero), a escasos metros de donde un lustro más tarde comenzaría a construirse el templo Expiatorio.

En el muro oeste de los transeptos se instalaron los monumentos sepulcrales, en mármol de Carrara, del tercer y del cuarto Arzobispos de Guadalajara: al norte, el de don Jacinto López y Romo (1831 - 1900), aquí visible, y al sur el de don José de Jesús Ortiz y Rodríguez (1849 - 1912).
Información extra


El sucesor del obispo Alcalde, Obispo de Guadalajara de 1795 a 1824 y bienhechor eximio de la ciudad, colocó la primera piedra de la parroquia del Sagrario el 19 de abril de 1808.

El gran arquitecto fue discípulo de José Gutiérrez, recibió de su benefactor don Diego Aranda y Carpinteiro, Obispo de Guadalajara de 1836 a 1856, la encomienda de concluir el templo.

El ingeniero asociado con Angelo Corsi, sustituyó la cúpula original del Sagrario Metropolitano, muy dañada a finales del siglo XIX; luego de ocho años de trabajos la entregó en 1899.



Al tiempo de llegar al Obispado de Guadalajara fray Antonio Alcalde, O.P., la ciudad, con una población de 20 000 habitantes, sólo tenía una sede parroquial, la del Sagrario, que despachaba en una de las capillas de la Catedral, la del Señor de las Aguas, en el cubo de la torre norte, con grave interrupción de los oficios propios de la Iglesia Matriz y de la atención pastoral de la feligresía. Desde antes de la llegada del Obispo Alcalde se trató de poner remedio a tal cosa, planeándose una construcción al lado norte de la Catedral, calle de por medio, donde estuvo el primitivo Seminario Conciliar. Empero, en ese espacio el obispo Cabañas edificó el Seminario Clerical del Divino Salvador, y se decidió adosar el templo del Sagrario al sudoeste, donde estaba el cementerio catedralicio, y la fachada lateral del viento sur, con salida a la Plaza Mayor. A partir de 1863, al elevarse al rango arquiepiscopal la mitra tapatía, se le agregara el adjetivo de Metropolitano.


“Su frontis es un pórtico de estilo griego, formado por dos columnas y seis pilastras de orden dórico que reciben el entablamento y un gran tímpano, cuya cúspide y arranques ocupan tres soberbias estatuas acróteras muy artísticas, en cantera, representando la fe, esperanza y caridad, esculpidas por Victoriano Acuña” (Bernardo Camacho).